Si Harry Potter jugara basquetbol, seguramente se encargaría de crear una especie de hechizo para que toda aquella pelota que tocara se convirtiera en una canasta.Afortunadamente, en ese mundo sólo existe el Quiddicht.
Este chico, perteneciente al equipo masculino de basquetbol Duke, demuestra que en este deporte, para convertirse en un mago, no es necesaria la varita mágica, una cicatriz en la frente y unos anteojos. Sólo es cuestión de habilidad, tino, un poco de suerte.... y ¡otra cosita!, sí! a guevo!, un pericazo y un churro de mota! para estar bien atento y relajado.
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